No conozco la historia de mis padres, como
tampoco los conozco a ellos. Sé quiénes son porque vivían cerca del orfanato
donde me crie. Cuando era muy pequeño ella venía a verme a menudo y, cuando
crecí, dejó de hacerlo. No sabía que era mi madre, pensaba que era una señora
muy amable que me traía regalos de vez en cuando. Pero cuando abandoné el
orfanato y la vi caminando por la calle con su hijo y su marido, lo supe. Él y
yo nos parecemos mucho, pero su hijo y yo somos idénticos. Podríamos pasar por
gemelos si no fuese por la diferencia de edad.
Seguramente os preguntaréis por qué digo
«él», «ella» y «su hijo» en lugar de «padre», «madre» y «hermano». La respuesta
es bastante simple, la verdad: porque para mí son desconocidos, gente que nunca
me ha dado nada y que permitió que mi vida se convirtiese en un infierno sin
mover un dedo.
Las madres que estáis leyendo esto seguro que
pensáis que estoy siendo demasiado duro, que una madre nunca abandonaría a su
hijo si no tuviese poderosas razones para hacerlo. Yo no sé si tuvo que hacerlo
o si lo hizo porque quiso, solo sé que tuvo otro hijo con el mismo hombre con
el que me engendró a mí y que lo crio. ¿Que si siento rencor? Sí, me devora las
entrañas cada vez que pienso en ellos.
Es una suerte que no lo haga a menudo.
A veces me pregunto cómo he podido sobrevivir
tantos años sin familia, pero luego pienso que quizá haya sido mejor así. No sé
si mi vida habría sido mejor al lado de mis padres. Ellos no me querían, vivían
felices con su hijo cerca del orfanato aun sabiendo que su primogénito pasaba
las de Caín allí.
Hace mucho tiempo que no pienso en su
historia, en cómo fueron las cosas entre ellos, pero cuando era más joven y me
preguntaban por mis padres, les contaba que mi madre había huido de casa de sus
padres para vivir una apasionada historia con un alemán, que sus padres la
habían arrastrado de nuevo al hogar familiar para casarla con un viejo amigo de
la familia y que mi padre se había suicidado por no poder estar con ella.
Claro, él no sabía que yo venía en camino y por eso acabé en el orfanato. Mis
abuelos maternos eran los malos de la historia y a las mujeres les encantaba.
No se molestaban en averiguar más sobre mí porque si hubiesen rascado un poco
en la superficie, habrían descubierto a un impostor que lo único que sabía de
sus padres era que su madre era turca, que su padre era alemán y que vivían a
las afueras de Estambul.
En algún momento llegué a creerme realmente
la historia, supongo que porque era más agradable pensar eso que reconocer que
había sido abandonado porque sí.
Y estos son mis orígenes. En la próxima
entrada hablaré ya de mi vida en el orfanato. Paso un poco de puntillas por
esto porque a día de hoy no me interesa recordar, cuando llegue lo importante
profundizaré más. Mis orígenes son poco interesantes, entre otras cosas porque
no sé nada más que lo que ya he contado.
Hasta la próxima y gracias por leerme.
Una historia conmovedora.... Besos
ResponderEliminarUna historia más. Las hay más conmovedoras que la mía.
EliminarGracias por el comentario, Kamil :)
Hola Diyar, es una historia dura la que nos cuentas y eso que solo has pasado por encima, no defiendo a tu madre o a "ella", pero seguro que si pudieses hablar con ella te diría las razones del por que te tubo que dejar en el orfanato y seguro que también tubo que ser duro para ella, si no te hubiese querido no se habría molestado en ir al orfanato, quizás algún día deberías intentar hablarle y saber el porque, lo que si tiene mucho merito que hayas sobrevivido a tanto dolor y horror.
ResponderEliminarBesos.
Hola, Piru. Sí, seguramente tuvo sus motivos para dejarme en el orfanato, pero... ¿y después? Si pudo mantener a otro hijo, ¿qué pasaba con el que estaba en el orfanato? Cerca de ellos, además.
EliminarA día de hoy creo que es imposible hablar con ella, hace como veinte años que abandoné Turquía y no he vuelto a poner un pie allí. No sé nada de ella. Y, además, no quiero saber por qué me abandonó. Cuando era más joven quizá... hoy, no.
Un beso, Piru